domingo, 12 de febrero de 2017

Historias con Pulgas.



Cuando me fui de viaje hace más de un año, no me fui como la mayoría de los mochileros que quieren “encontrarse a sí mismo”. Yo me fui porque quería viajar, quería hacerlo solo y quería conocer una realidad externa a la que había vivido siempre. Yo me conocía, sabía mis gustos y cuáles eran mis metas. Y así, con una mochila llena y una bitácora hasta ese momento vacía, inicié una travesía que con el tiempo se haría conocida en varios países.

Recorrí un mes Perú, armando nuevas amistades de todo el mundo. Ya no estaba solo. Aprendí de diferentes culturas y comprendí, tal cual me dijo mi viejo una vez, que la vida no era tan fácil. Ya no me reía de los mismos chistes, ni me preocupaban las mismas cosas. Comencé a vivir una madurez que no hubiese encontrado estando en mi casa, con mis amigos o en una oficina de trabajo. Comencé a vivir sin ataduras. Y si no fuese gracias a ese desapego al “qué dirán” o el temor a equivocarme, nunca hubiese estado preparado para la aventura que se me aproximaba.

De Perú cruce a un país que me encantó, por algo viví ahí casi la mitad de mi viaje. En Ecuador no alcancé a estar más de un mes y encontré a Popi, o ella me encontró a mí. Viajar con un perro es difícil, es una de las cosas más complicadas que he tenido que hacer, pero cuando adopté definitivo a la pulgosa no sentí miedo, sentí orgullo de que podía cambiar una vida.  Miré a mi alrededor y me di cuenta que estaba aportando un grano de arena en mejorar el mundo. Con el pasar de las rutas me di cuenta lo que Popi significaba para mí, y de esa forma intenté usar mis habilidades como publicista para que el mundo entero conociera nuestra historia. Y la historia se hizo conocida. La gente comenzó a seguirme y sentirse cercana a mi viaje.

“Gracias por adoptar a Popi”, “Gracias por cambiarle la vida”, “Falta gente como tú”, son sólo fragmentos de los mensajes que me han llegado desde mi encuentro con mi compañera de viaje. Sin embargo dejaré de ser el héroe y les contaré la verdad: Esos mensajes no deberían ser para mí, sino para Popi. 

Popi me encontró a mí. Popi me adoptó. Popi me cambió la vida. Historias como la de Popi son las que faltan. Por eso el “héroe” de esta historia no es otra más que mi amiga orejona de cuatro patas. Por eso mi viaje terminó, pero no mis ganas de seguir aportando un grano de arena. Como Popi hay miles, millones la verdad, tanto perros, gatos, conejos, toros, caballos. Sólo falta que estén en el momento indicado a la hora indicada. Sólo falta que encuentren su historia.

Así que los invito a todos. Los que han seguido mi viaje desde siempre y los que están enterándose ahora. Los que son de Viña del Mar y los que viven en otros países. Mañana daré mi mejor golpe para escribir miles de historias nuevas. Mañana a las 16:30 horas en la Universidad  Andrés Bello de Viña del Mar, junto a un grupo de artistas haremos un festival con el fin de conseguir ayuda para los animales que sufrieron por los incendios de Chile. Hasta hoy no mentiré, me ha costado conseguir ayuda, pero ha llegado. Y mañana, a las 8 de la tarde cuando el festival termine, tenga mil pesos o un millón, esas monedas irán a la ayuda de algún animal, que al igual que Popi puede ser el héroe de alguien más, puede cambiar una vida…puede escribir una historia.

Vuelvo a mi blog para invitarlos a ustedes a ser héroes. Mañana llenemos la UNAB de ayuda. Mañana cantemos, bailemos y riamos con un solo fin: Ayudar. 

De ante mano, decirles a todos en nombre de Popi: Gracias, gracias de corazón, gracias con pulgas. La perra mochilera aún tiene mucho por decir, y mañana es sólo un capítulo más en su historia. 

 PULGAPALUZA
https://www.facebook.com/events/1798411073758467/



domingo, 25 de septiembre de 2016

Las Pulgas se despiden de Colombia

Y llegó el día. Donde otra vez sacamos los papeles necesarios y nos vamos a otro país. Para mi es volver a Perú, para Popi es conocer por primera vez la tierra de los Incas.

Nos vamos de Colombia, el país cafetero, donde conocimos desiertos, montañas, bosques, playas caribeñas y gente de primer nivel. Estuvimos donde Gardel dio sus últimos alientos y paseamos por calles que han sufrido por guerras y narcotráfico. Verbo pasado, porque ahora sólo vimos alegría en las sonrisas de las personas. Ningún país es perfecto, eso es en América y en todo el mundo, pero nos vamos con la imagen de los lugares y las personas que nos acogieron, una imagen que se refleja en la perfección de un hermoso país llamado Colombia.

No me gusta escribir publicaciones largas, pero al despedirme de este lugar donde estuvimos varios meses, no sé si podré resumir nuestra estadía en pocos párrafos. Haré el intento.

Primero estuvimos en Pasto y en la Laguna Cocha, no fue la mejor experiencia; nos robaron y comenzamos a tener problemas con Popi. La primera imagen de Colombia me puso más dudas que aciertos al saber que
queríamos llegar a las playas de Barú. Pero el viaje continúo. Y continúo hacia San Agustín, la región del Huila. Un hermoso lugar repleto de historia y campo. Con civilizaciones perdidas en el tiempo que dejaron un legado hermoso para toda persona que quiera bañarse con unas gotas de la cultura cafetera. ¿Su gente? Bacán. Me quedo con el recuerdo de nuestro amigo Felipe, quien al vernos preocupados por no conseguir un hostal donde alojar con Popi, nos mostró donde dormir y nos ofreció trabajo. Ya las dudas de Colombia desaparecían, y ese secreto a voces de que su gente es de las más amables del continente comenzaba a florecer.

Con las pulgas ansiosas de moverse, el camino nos guio a Tatacoa, un desierto en la misma región del Huila. Donde el calor nos afectó más de lo esperado, pero las vistas nos sorprendieron más de lo que nos habían comentado. Tatacoa es de mis lugares favoritos. Conózcanlo. Disfruten.

De Tatacoa hicimos dedo a Bogotá. Donde sus habitantes, los “Rolos”, tenían fama de no ser tan amables. ¡Mentiras! Nos trataron perfecto. Alojamos donde los Botero, amigos de mi familia que yo no conocía, y me hicieron sentir como en casa. Una vez mi tarjeta del metro estaba sin saldo y un señor se paró a pagar mi pasaje. Puede que Bogotá sea frío, pero su gente no lo es.

La Capital del país fue la parada previa al Eje Cafetero. ¡Uf! Salento y Quimbaya. La cuna del mejor café colombiano, por ende el mejor café del mundo. Con montañas hermosas, ríos que llenan el alma y gente tan amable, que a mi gusto se transformaron en el lugar donde mejor nos han recibido. Conocimos a Brián y Mara, una pareja de Argentina que está con la misión de pintar murales por Colombia para motivar la paz que entrega este país. Extranjeros que transforman su viaje en la misión de ayudar un país ajeno. Eso genera Colombia, y eso genera conocer la gente del Eje Cafetero. Ayudar, como puedas, pero ayudar. Popi disfrutó del clima fresco y yo del mejor café que he tomado en mi vida, y con esos recuerdos fuimos a la ciudad más linda de Colombia (Por lo menos a mi gusto), Medellín.

El último destino de Carlitos Gardel. Nos alojó una amiga, Ángela, por unos días; y después un seguidor de esta página nos invitó a su casa. La familia Usuga nos trató excelente. Popi se sentía como en casa y hasta a veces se acostaba en la cama de nuestros amigos. Sin vergüenza, ella es una diva, o por lo menos así lo piensa. Probamos la “Bandeja Paisa”. Conocimos a Mónica, una amiga de Cali, y ella nos llevó a pasear por Guatapé, otro hermoso lugar que TIENEN que conocer.

A Moni no la vimos más, pero la amistad que hicimos en dos días está en el podio de mis amigos cafeteros.

El viaje de la tierra paisa al caribe no fue fácil. Tuvimos que hacer dedo por muchas horas, avanzando poco y con muchos nervios a que la suerte no nos acompañara. Pero siempre hay alguien que se le ablanda el corazón, y así conocimos a John, un camionero que nos llevó de Yarumal a la entrada de Cartagena. 14 horas de viaje fueron suficientes para crear una nueva amistad. Para que John se encariñara con Popi y para poder llegar a nuestro destino más nórtico en esta travesía.

Llegamos a Barú, conocimos su Playa Blanca, y disfrutamos del Caribe, ese que tanto ansiábamos conocer. Popi se bañó en aguas cristalinas y nos volvimos a encontrar con grandes amigos del viaje. Paseamos por la Ciudad Amurallada de Cartagena y, otra vez, el calor nos afectó. Conocimos a Lili, una seguidora de nuestras aventuras y en un almuerzo creamos otra gran amistad. Popi sacaba la lengua de una boca sonriente y su cola se movía casi tan rápido como nuestras ganas de conocer y dar a conocer nuestro propósito. Vivimos el Caribe, y de él nos despedimos. Y así llegamos a nuestro último destino: Bucaramanga, en la región de Santander.

Llegamos sin conocer a nadie, pero a los minutos de bajarnos del taxi nos encontramos con Carlos y su polola (Novia para los colombianos, ecuatorianos, argentinos…etc…etc…que no saben que significa Polola). Nos vieron preocupados y nos regalaron una conversación con una botella de bebida, nos acompañaron hasta que encontramos donde alojar y quedamos de seguir en contacto. No fueron ni 20 minutos y Bucaramanga nos estaba sorprendiendo. A los pocos días conocimos a Alejandra, o Maleja como le decimos, paseamos y nos invitó a unas cervezas. La conversación llevó a que nos invitara a alojar a su casa por unos días, y esos días se transformaron en semanas, en las tres semanas que estuvimos aquí. Una desconocida, nos dio alojamiento, y ese alojamiento se transformó en una amistad.

Estando en Bucaramanga trabajamos en la campaña, y Viajando con Pulgas se hizo más conocido. Nuestro mensaje de incentivar la adopción de perros callejeros por todo América comenzó a sonar más fuerte en cada rincón, y eso nos enorgullece. Esta pequeña fama que creció en Popi nos llevó a conocer a Wilfret, fundador de “Viajando Em-Pelotas”, y nos invitó a conocer cascadas por Piedecuesta, donde Popi se bañó y disfrutó de hermosas vistas. También conocimos Montefiore, una cadena de cascadas muy lindas que se esconden a casi tres horas a las espaldas de los cerros de Bucaramanga. Cascadas que se conectan con piscinas naturales, y que se quedan en nuestra memoria.

También conocimos a personas como Gelly, quien nos ayudó en la campaña y se transformó en una buena amiga. A Jen, una animalista de tomo y lomo que nos invitó a pasar el cumpleaños de Popi en un campo, el cual incluyó paseos, piscina y una torta para la pulgosa. Conocimos tantas personas, tanto individuo que usa su vida para ayudar al “mejor amigo del hombre”, y eso me motivó. Eso me hizo pensar que mi sueño, mi sueño y el de Popi, no está tan lejano. Vamos a incentivar la adopción de los perros callejeros por todo el continente, y felices sabemos que no lo haremos solos. Ya son varios los que se han unido a nuestra campaña, a nuestra idea, y eso que aún nos faltan muchos países.

A Colombia entramos con dudas, y ahora salimos seguros. Lo vamos a lograr. Como dijo una seguidora por ahí, “Popi es la embajadora de todos los perros abandonados en el continente”. Y con esa responsabilidad nuestro viaje ya no es sólo un viaje, ahora es una misión.

Gracias, Colombia, por hacer de nuestra estadía un recuerdo hermoso. Gracias, Bucaramanga, por todos los amigos que nos regalaste. Y gracias a todos ustedes por ayudarnos a levantar cabeza cuando cuesta más de lo normal. A entregar mensajes de apoyos que hacen que una cola se mueva de felicidad.

Gracias, hermoso país. Nos vamos porque nuestra tarea aún no termina y aún nos queda mucho continente. Hay muchas pulgas abandonadas por el mundo, y daremos nuestro mejor golpe para ayudarlas lo más que podamos.

Popi es la embajadora, yo la alimento, la paseo y le recojo la caca. Somos un buen equipo.


 Gracias con Pulgas. Nos volveremos a ver.

domingo, 11 de septiembre de 2016

Las Pulgas de Cumpleaños

El 11 de febrero llevo a Popi por primera vez al veterinario. Era un argentino llamado Joaquín que vivía muy cerca de nuestra cabaña. La revisó entera, vio que tenía sarna en casi todo el cuerpo y le dio su primera vacuna. Ese día Joaquín calculó que Popi tenía 5 meses, por lo que había nacido el 11 de septiembre del 2015. Y así es como esa fecha, sin saberlo, cambiaría siempre para mí.

El 11 de septiembre del 2015 me estaba levantando en Santiago de Chile. Estaba con un dolor de cabeza gigante porque la noche anterior nos habíamos juntado con unos amigos a tomar unas piscolas. Hacía calor y tenía que ir a visitar a mi Tía Kathy para almorzar. Fue un día normal, normal para alguien que sigue con la vida común que todos esperan. Estaba negociando para comenzar un nuevo trabajo, y pensaba que mi vida iba a seguir en la misma línea que llevaba el último tiempo.

Sin embargo, ese mismo día, a miles de kilómetros de donde yo estaba algo ocurría que iba a cambiar mi vida por completo. Yo no lo sabía, no tenía cómo, pero en Montañita, una playa de la Costa Pacífica de Ecuador estaba naciendo una manada de perros callejeros; tal cual sucede en todos los países, todos los días, todos los años. Esta manada no se destacaba de las otras. Eran cachorros chicos, color café y con la inocencia de no saber que su vida (Lo más probable) iba a estar destinada a la calle, a la basura y  ¿Por qué no?, a una muerte prematura.

Yo pasaba la caña, rescaca, guayabo, chuchaqui, hangover (Díganlo como quieran), y el mundo me estaba preparando una sorpresa que me demoraría 5 meses en descubrir.

Mi viaje nunca tuvo un significado diferente al del resto de los mochileros. Quería conocer lugares bacanes, quería fiestas y quería vacaciones. Mi viaje era eso, un viaje. Hasta que, por alguna razón, Popi se cruzó en mi camino. No les voy a mentir y decir que tomé la decisión de adoptarla apenas la vi. No fue así, en un comienzo la idea se me hacía tonta porque sabía todo lo que se me venía encima si viajaba con un perro. Pero todo pasa por algo, y Popi se transformó en mi familia. La adopté y mis prioridades cambiaron. Ahora mi viaje no era sólo mío, era de nosotros.

Gracias a Popi comencé a observar más, me comencé a dar cuenta de la cantidad de perros abandonados y nacidos en la calle que había en nuestro alrededor. Comencé a hacer memoria y acordarme de todos los callejeros que había visto en Chile, en Perú y que había en Ecuador. Algo no me estaba cuadrando. ¿Quién fue el que dijo que ellos son el mejor amigo del hombre? ¿Desde cuándo al mejor amigo lo tratamos así? Esos pensamientos rondaban mi cabeza y me esforcé en que a Popi nunca le faltara nada. Cada vez que podemos ayudamos a algún perro de la calle, intentamos mejorar su vida. Ellos, al igual que Popi, no piden mucho, sólo un rato de juego, cariño y, si se puede, un plato de comida acompañado de agua fresquita.

Esta perra ecuatoriana me ha enseñado en el camino cosas sorprendentes. Clases de optimismo, de amistad y de perseverancia. He aprendido de ella mucho más de lo que ella ha aprendido de mí. Y  me ha demostrado, a pesar de lo que digan todos, que fue ella la que cambió mi vida, no fui yo la que cambié la de ella.

Mis papás desde siempre me dieron la mejor educación. Tanto en el colegio o la universidad, como en mi casa. Me criaron para ser una buena persona, me criaron para poder vivir bien y que no me falte nada. Eso lo hicieron esforzándose todos los días. Y antes de Popi pensaba que no estaba cumpliendo las expectativas. Me esforzaba en cada trabajo en demostrarles a mis papás lo más rápido posible que habían hecho un buen trabajo conmigo. Pero mi esfuerzo fallaba. Era bueno, puede que sí, pero eso no era suficiente. Quería cambiar el mundo de golpe, rápido y hacer sentir a mis viejos orgullosos. Pero ese error lo cometemos todos. Del hombre con más plata en el mundo, hasta una mujer que no le queda otra opción que mendigar. Todos queremos un cambio rápido, cambiar el mundo de la noche a la mañana; y, amigos, estamos mal.

El mundo lo cambiamos con los detalles. Los pequeños. El mundo lo cambiamos saludando y respondiendo un saludo; recogiendo la basura y ayudando a limpiar; el mundo lo cambiamos de a poco. Son esos detalles, que nadie ve, los que se suman y se transforman en un gran cambio. No hay que esforzarse en sorprender al mundo, porque es él quien nos va a sorprender.

Popi es un detalle pequeño, que de a poco mucha gente conoce. Popi nació hace ya un año, y tuvo que pasar varios meses mendigando cerca de una playa. Nunca en mi vida hubiese pensado que una perrita callejera me iba a cambiar la vida. Es por eso, que hoy hacemos lo que hacemos. Es por eso que viajamos por América conociendo gente y esparciendo nuestro mensaje lleno de pulgas, el mensaje de que un perro puede cambiar muchas vidas. El mensaje de que hay que adoptar.

Hoy seguirá siendo un día normal para muchos. Para la mayoría. Hoy, 11 de septiembre, la historia nos cuenta de grandes capítulos en la humanidad. Ya sean tristes o felices, son capítulos que de alguna forma cambiaron el rumbo de las cosas. Sin embargo para mí siempre será el día que nació una perra fea, orejona, molestosa, adicta al pan y con un temor a los gatos. Una perra pequeña, pequeña como los detalles que cambian una vida. Eso es Popi, el detalle que tanto esperaba y que me saca una sonrisa todos los días. Es mi amiga, mi mejor amiga, mi compañera de viaje y mi compañera en crimen. Hoy le digo FELIZ CUMPLEAÑOS. Te lo mereces. Porque sus aventuras no van a cambiar al mundo, pero si vamos a dar nuestro mejor golpe para mejorarlo.

En tributo a Popi, la perra mochilera, hoy salgan a la calle y pongan un plato con agua o con comida para perros. Ese regalo quiero yo para ella. Que ustedes nuestros seguidores den un pequeño detalle. Y les apuesto que se van a ir a dormir más felices.


FELIZ CUMPLEAÑOS, POPI. Gracias por tanto.

domingo, 4 de septiembre de 2016

Los Amigos de las Pulgas Parte 5: Tío Sirio

Aprovechando que estamos instalados en Bucaramanga con el tema de la campaña #AdoptaUnaPulga volveremos a publicar los domingos sobre “Los Amigos de Las Pulgas”. Y por cómo nos ha ido con la campaña estoy seguro que esta sección va a tener muchas historias que contar.

Pero sabiendo que Popi y sus Pulgas tienen más amigos que Roberto Carlos, queremos ir en orden, ir escribiendo primero sobre los que me ayudaron a criar a Popi en un comienzo; y al ya haber hablado de varios amigos que hicimos en Montañita (El pueblo natal de Popi), no podemos dejar afuera a un amigo que desde que lo despedimos lo hemos extrañado mucho: Sirio.

Sirio es italiano, y era el Barman en Poco Loco (El bar donde trabajaba). Y nuestra amistad fue de menos a más. Al comienzo era, al igual que con muchos, sólo una amistad de trabajo. Fuera de este no nos veíamos. Pero eso cambio cuando Sirio se unió al grupo de amigos que nos fuimos a vivir juntos.

“Horrenda”, “Feísima”, “Es un alien”, son algunos de los términos que tenía Sirio para referirse a Popi. “Cada vez que la veo está más fea”, era otro bien común. Pero a pesar de todos esos “insultos”, Popi nunca se enojó con Sirio, es más le gustaba jugar con él…y con sus zapatos de varios euros, que más de alguna vez mordió y Sirio me hizo saber que tenía que controlar a mi “animal”. Se podría decir que Popi y Sirio fueron una relación de amor y odio. Más amor por Popi y más odio por Sirio. Pero la pulgosa no es de rendirse fácil y lograría encontrar un espacio en el corazón de este italiano fanático de los autos.

A medida que pasaba el tiempo Sirio más se encariñaba con Popi, y menos eran esos comentarios de lo fea que era. Ya el primer avance fue cuando se mandó su gran frase de oro diciendo que: “Es tan fea que es linda”. Popi estaba logrando ganarse el cariño del italiano. Cariño que fue logrado y que transformó a Sirio en uno de los tíos favoritos de la “Orejona”.

Ahora nuestro amigo está de vuelta en Italia, y de vez en cuando se acuerda de Popi y me pregunta cómo está mi perra horrenda. Sin embargo ahora terminando las frases con: “La extraño mucho” y “La quiero”.

Este sí que es un buen amigo, que peleó con Popi, sus zapatos sufrieron con los dientes de la Pulgosa, le costó agarrarle cariño y verle el lado lindo; pero para Popi nada es imposible y dejó en Sirio una amistad, que muy orgulloso puedo decir que comparto con ellos.

Un gran amigo. Un hermano. Un tío de Popi. Y alguien que pronto volveremos a ver. Porque esta perrita que es “tan fea que es linda”, está esperando encontrarse de nuevo con Sirio y algún zapato europeo para hacerlo “pebre” con sus dientes.


#ViajandoConPulgas

lunes, 29 de agosto de 2016

Las Pulgas en El Caribe

Que llevemos varios días sin publicar no significa que nos olvidamos, significa que el viaje está avanzando muy rápido. Popi ya ha dejado pulgas por prácticamente toda Colombia, y después de casi 9 meses viajando, de los cuales 7 han sido con Popi, cambiamos el rumbo del viaje. Ya no nos dirigimos hacia el hemisferio norte, ahora vamos de vuelta hacia el sur.

Llegamos al Caribe. Esa era nuestra meta. Llegamos y, pucha, que lo disfrutamos. Primera parada fue la Isla de Barú, donde conocimos, la que nos han contado, es la mejor playa de toda Colombia: Playa Blanca. Una playa llena de hamacas, con arena blanca y un mar transparente que nos regaló vistas y recuerdos hermosos. Hasta Popi, a pesar de su miedo por el agua, se bañó un par de veces conmigo. Ahora sí lo hizo por voluntad propia, es otra cosa. Llegamos un sábado a Barú, y de inmediato arrendamos una hamaca por 10 mil pesos colombianos. Barato. Popi corría por la playa y yo conversaba con otros mochileros, todos coincidimos en lo mismo: Barú es un lugar para desconectarse, olvidar todo y relajarse. Relajo que más de alguna vez fue interrumpido por los ladridos de Popi y sus nuevas amigas, dos perritas que dormían cerca del hostal que hicieron buenas pulgas con la famosa perrita viajera.

La sombra nos alejaba un poco del calor, que no era insoportable simplemente por la brisa que nos regalaba el mar. Los peces de colores azul, amarillo, rojo, entre otros, se paseaban entre mis piernas cuando me bañaba, y se asustaban cada vez que buceaba a molestarlos. En una imagen podríamos decir que visualicen a Popi todo el día tomando sol o descansando en la sombra con sus amigas, y a mí, tal como lo hacía cuando era un cabro chico, salpicando todo el día en el mar.

Sin embargo a Barú llegamos un sábado y nos fuimos un domingo, con destino a Cartagena; donde nos encontraríamos con amigos de la ruta y celebraríamos mi cumpleaños número 26.

Cartagena me gustó. No puedo alegar. La Ciudad Amurallada se llena de historia y de arte. Un atardecer cerca del “Café del Mar” es impagable. Es en ese momento cuando uno se da cuenta en el lugar que está: El Caribe. ¡El Caribe! Llegamos al Caribe…y ahora que nos despedimos aún me llena de emoción pensar lo lejos que llegué, que llegué con Popi, rompiendo miles, millones, de desafíos y de malas vibras que nos encontramos. Pero malas vibras que se evaporaron con tanta gente buena que nos ha regalado esta aventura. En Cartagena nos encontramos con Lili, una fiel seguidora de nuestras anécdotas, y nos invitó a comer, además de auspiciarnos con un poco de plata para el viaje. Le conté nuestras historias, y me di cuenta al hablar que me emociono cada vez que lo hago; y más me emociono todavía cuando veo la felicidad de las personas al escuchar nuestra historia. Historia que ya en el punto más nortino de nuestro viaje, podemos decir que, además, de haber cambiado dos vidas, ha tocado miles más. Viajando con Pulgas está logrando su objetivo. Y así nos despedimos de Lili, para encontrarnos con Cami y Emi; dos amigos argentinos que hicimos en Montañita. Fue lindo ver gente tan bacán de nuevo, y conversando decidimos pasar todos mi cumpleaños en Barú. Ellos no lo conocían, y Popi ya estaba un poco agotada del calor de Cartagena.

Así que de vuelta a la playa más linda de Colombia. Llegamos en bote, y ya podemos decir que las pulgas se esparcieron en pleno mar caribeño. De  nuevo llegamos a lo mismo, a que Popi descansara y corriera con sus amigas, y que yo fuese un niño de 10 años de nuevo en un pequeño paraíso en el norte de nuestro hermoso continente.

Llegamos el 23 de agosto a nuestra segunda estadía, y ese día a las 12 de la noche celebré el cumpleaños tan esperado. Recibí abrazos de amigos y amigas antiguos y antiguas, de amigos que conocí hace un par de horas; y lo mejor los langüetazos de mi pulgosa favorita. Me cantaron como cantan en Colombia, Argentina, Brasil y España. Me tomé un vaso de ron en pocos segundos, caminé de noche por una playa que nos regaló el ruido del viento y el golpear de su agua en la arena. Gocé. A pesar de que no tuve la torta de mi mamá, los regalos materialistas que crean una sonrisa en todas las edades o la fiesta llena de amigos. Eso se extrañó, pero no hizo falta. Cumplí mis 26 años en una playa caribeña. Los cumplí feliz, sabiendo que mi vida, mi viaje con Popi, sí está marcando una diferencia.

Al otro día ya comenzábamos a pasar la “resaca” (Digo resaca y no caña como se dice en Chile porque ese es el término más global. Ej: Guayabo en Colombia o Chuchaqui en Ecuador.) y a planear el viaje al sur para el otro día. Emi y Cami seguían con su viaje al norte, y nos separaríamos de nuevo así que quisimos disfrutar el día de la mejor forma. Pero creo que el mejor regalo que tuve fue recibir el mensaje de que Fede, “El Comandante”, y Rachael, una muy buena amiga, iban a ir al día siguiente Barú, lo que me convenció a quedarme un día más. El mejor regalo fue ver a mis amigos, volver a conversar y fumarnos un cigarro. Cocinar y reírnos. Darse cuenta que una amistad verdadera no tiene límites geográficos. Esa noche con un buen grupo fuimos a una laguna llena de plancton. Yo no me pude bañar porque estaba con una alergia debido al exceso de horas en el mar. Pero si pude ver como todos mis amigos dejaban estelas fluorescentes mientras se bañaban. Era algo que se puede ver en una película, y con Popi lo estábamos viendo en vivo y en directo. Fue la mejor forma de decirle adiós al Caribe. De decirle adiós a muy buenos amigos, a una parte de mi familia de viaje. De despedirme del mejor regalo que tuve: Emi, Cami, Fede y Rachael. La amistad de ellos fue mejor que un auto cero kilómetros, y si se le agrega que es el primer cumpleaños que disfruto con Popi…bah… ¿Qué más quiero?

Nos despedimos del Caribe y hoy estamos en Bucaramanga, una ciudad linda con alrededores hermosos; y mejor aún: gente bacán.

Bucaramanga puede que sea nuestra última parada en Colombia, ya que por comodidad para bajar tenemos que ir a Perú y un vuelo a Lima cada vez se ve más probable; así que ahora nos toca trabajar. Pero lo haremos felices de que ya cumplimos una meta importante, nos vamos bronceados y con lindos recuerdos. Además sabemos que entre tanta arena caribeña, hay más de una pulguita dejada por Popi.

Tengo 26 años, viajo por América con una perrita ecuatoriana, tengo amigos increíbles y soy feliz. ¿Qué más puedo pedir?

https://www.facebook.com/Viajandoconpulgas

#ViajandoConPulgas

domingo, 21 de agosto de 2016

Las Pulgas en la carretera

Nadie dijo que el camino iba a ser fácil. Es más, si no fuese por los amigos que hemos echo en este tiempo el viaje no sería tan “tranquilo”. Pero cuando la cosa se pone complicada hay que ponerle más esfuerzo, sino cuál sería el punto de esto. Con Popi queremos cambiar la forma de pensar de la gente. Queremos que adopten perros de la calle, que cambien una vida y que dejen que esa vida pulgosa les cambie la suya. Si yo pude hacerlo viajando, todos podemos.

Nuestro viaje no es un viaje lleno de lujos, ojalá fuese más fácil viajar con perros, pero es un viaje inolvidable y los momentos difíciles se olvidan con los alegres. Por eso después de tener una gran y complicada aventura haciendo dedo de Medellín a Cartagena, podemos decir: NADA ES IMPOSIBLE.

Primer día de dedo: Comenzamos en el terminal, donde se acercaron dos viejos, quienes sin ningún motivo comenzaron a recordarnos lo difícil que es lo que hacemos. “Es imposible”, “Nadie los va a llevar”, entre otras frases de pocos amigos que nos llevaron a decirles un par de cosas sobre su amargura, y mover nuestras piernas a otra esquina. Ya sin los amargados nos paró un bus que nos llevó a Bello, aún en Medellín, y de ahí tomamos otro bus al peaje de Niquia,  donde nadie nos paraba, fueron en total 5 horas al sol, y con Popi durmiendo la mayoría del tiempo (Sólo se despertaba para tomar agua). Y cuando ya se veía difícil la cosa, dejé de hacer dedo y fuimos a una bencinera, donde a cada auto que pasaba le pedía ayuda, y así nos acercaron a Girardota, sólo 30 kilómetros más al norte de Medellín. Mucho no avanzamos, Girardota no estaba en nuestra bitácora, pero fue nuestro lugar de descanso, porque el siguiente día iba a ser difícil.

Segundo día de dedo: Nos levantamos con la lluvia de Girardota y en un comienzo supimos que no iba a ser fácil. Desayunamos bien rico por lo mismo. De Girardota caminamos a otro peaje, 2 kilómetros bajo la lluvia. En el peaje nadie nos paró. Dos horas y nada, así que decidimos avanzar, y a la media hora de caminata nos para una camioneta que nos acercó al cruce que va a la costa. Fueron 10 minutos en auto, pero una tremenda ayuda. De ese cruce avanzamos medio kilómetro hasta una tienda, donde pudimos dejar las cosas y volver a probar suerte. Nada…nada…nada. Por lo menos Popi no se queja, sólo duerme. Pero su siesta fue interrumpida por un bus que nos llevó a Yarumal, un pueblo chico y sin mucha gracia, y que quedaba a 3.5 kilómetros de una parada de camiones, así que de vuelta a la ruta. Al llegar al terminal de los camiones la suerte no nos acompañó mucho en un comienzo, los camioneros no sólo decían que NO, si no que algunos ni nos respondían. La verdad me asusté un poco…pero la suerte iba a cambiar, porque la dueña del restaurante que alimentaba a los camioneros nos vio y nos regalo comida, jugo y café. Y bien alimentados conocimos a John, un camionero que nos ofreció acercar a Cartagena. La suerte cambió…por fin. Con John estuvimos 12 horas en el camión, conversamos, paramos a comer y a las 4 A.M. llegamos a un hostal en las afueras de la ciudad caribeña…llegamos. Cansados, piernas adoloridas,  sueño y nuevos amigos. Nuevos y buenos amigos…que nos demostraron que esos son los que aparecen cuando la vida se nos complica un poco, como yo me aparecí en la vida de Popi, o como ella apareció en la mía.

Llegamos. Estamos en el Caribe. Acá pasaremos mi cumpleaños número 26, y después comenzaremos a bajar…de a poco por todo América, después de 9 meses viajando y 7 con Popi, comienza el retorno. Un retorno que obviamente será muy complicado, aún no hemos vivido lo más difícil, pero si algo Popi y yo sabemos es que nada es imposible. Mientras ella mueva la cola y saque la lengua, estamos bien.

Si yo puedo adoptar un perro en estas circunstancias, todos podemos. Viajen con pulgas, ya sea en su casa, ciudad, país o continente. Háganlo,  puede que sea difícil, pero créanme que no se arrepentirán.

Por lo menos nosotros desde playas caribeñas no lo estamos.

#ViajandoConPulgas

miércoles, 17 de agosto de 2016

Las Pulgas con Gardel y Herbie en Medellín.

En mi primera mañana de Medellín me robaron. Me enojé y me frustré. Ahora La Feria de Las Flores, un festival tan lindo de este país, siempre me recordará al día que me robaron mi celular. Me enojé, pero no hay por qué llorar sobre la leche derramada. Medellín tenía mucho por ofrecer, y un celular no iba a quitarme las ganas de conocer la “Ciudad de la Eterna Primavera”.

Para llegar a Medellín tuvimos que hacer dedo desde Quimbaya. El resultado fueron 4 autos, un jeep y una buseta. Y así después de más de 10 horas viajando, con el poto bien cuadrado y las piernas cansadas, llegamos a la casa de una muy buena amiga colombiana: Ángela.

A Ángela la conocí en Huacachina, Perú, mucho antes de adoptar a Popi. Nos conocimos porque ella viajaba con Oscar y Marce, y quedamos de juntarnos cuando yo pasara por su ciudad. Ella estaba preocupada de que Popi fuese “juiciosa”, tranquila y que no molestara mucho. Y su reacción al conocerla fue muy buena. Podríamos decir que Ángela se enamoró de Popi, y la pulgosa, como buena niña mimada, se dio cuenta, así que los días que estuvimos donde Ángela parecían mejores amigas. Si yo no me despertaba temprano, Popi iba donde Ángela, y aunque ella nunca me lo dijo, esa rutina de la mañana le calzó muy bien a nuestra amiga “paisa”. Fueron días de flojera, donde vimos películas, descansamos las piernas y conversamos mucho. La estadía donde nuestra amiga nos sirvió para recargar las pilas; y, pucha, que fue necesario.

Cuando nos fuimos de donde Ángela llegamos al departamento de un nuevo amigo, un amigo que conocimos gracias a este blog y que nos ofreció alojamiento. Él se llama Leonardo y es profesor. Vive con su hermano, su cuñada y su sobrino; además de dos perros más. Una buena persona, preocupada y que está atento de que no nos aburramos con Popi. Pero como él trabaja, hemos salido más con Lucho, su hermano, quien tuvo un accidente en moto y está en sus últimos días de descanso. Con Lucho conocí la plaza Botero, y me di cuenta que las estatuas también pueden ser gordas. Tuve mis “mini” clases de cultura y me llevaron a la Iglesia “Vera Cruz”, donde un cura transformó las campanas en balas. Ahí quedó el “Make Love, Not War”. Caminamos, y caminamos; y el calor me afectó. El calor en Medellín pega más fuerte que Rocky Balboa. Pero nuestras ganas de conocer lo sobrepasaron y el camino nos volvió a sorprender.

Una mañana también fuimos, ahora con Leo, a la Casa Gardeliana, un espacio dedicado al famoso cantante Carlos Gardel; artista muy querido por el papá de mi viejo: El Tata Herbie. A mí personalmente no me gusta el tango, quise ir por la historia y porque sabía que a mi Tata le hubiese gustado ir. Tal como dijo mi madrina, tal vez estuvo paseando conmigo por ahí. Donde está la Casa Gardeliana se respira ese tributo a este famoso cantante, se siente la calidez de su música, la cual, he descubierto, calza muy bien en la noche acompañada de un cigarro. Un cigarro que entona la canción inmortalizada en las escaleras de un barrio en Medellín. “Volver”. Para un viajero que está tan lejos de su familia ese concepto es fuerte. Fuerte porque no se sabe una fecha para volver, no hay claridad; y a pesar de que uno quiera seguir conociendo y comerse el mundo, tal como dice Gardel, hay que volver. Pero acá, querido Carlos, hay una frase que te quiero debatir. Tú dices que hay que vivir, eso es verdad, pero que hay que vivir “con el alma aferrada a un dulce recuerdo que lloro otra vez”. Gracias por esa enseñanza, porque me hizo meditar, y espero que mi viaje no sea eso. Que esta experiencia que vivo no sea un dulce recuerdo, quiero que sea el impulso a lograr cosas. A encontrar mi “veta”, porque como tú dices que el viajero tarde o temprano detiene su andar, eso no significa que las aventuras tengan que terminar. No. Las piernas pueden encontrar un sillón donde descansar; sin embargo el alma puede seguir andando por siempre.

Cambiando vidas, como ya lo hizo Popi; y tal cual lo hice yo con ella. Tocando vidas, como lo hicimos con nuestra nueva amiga Mónica, otra seguidora de este blog quien nos invitó a conocer Guatapé. Todo pagado. Invitados, sólo porque nos quería conocer. Y como si fuese un regalo dar a conocer esta historia, ella nos devolvió muchos regalos más. Paisajes que pensamos nunca ver, y risas que nunca imaginamos compartir. Pasear por Monasterios en Guatapé, comer una rica Bandeja Paisa, subir “El Peñol” y reírnos con una persona que hace un par de días era una desconocida, y que hoy es una amiga.

“Guardo escondida una esperanza humilde que es toda la fortuna de mi corazón”. Esa esperanza humilde la cual menciona Gardel, es la esperanza de un hijo con miedo a fracasar, de una perrita con miedo a no tener techo, de un viajero con miedo de quedarse sin destino; una esperanza humilde, eso es todo lo que se necesita. Esa es, efectivamente, la fortuna de mi corazón. Gracias, Carlos, por darme esta pequeña enseñanza en el lugar que fue tú última parada. Él tiempo le dio la razón a mi Tata Herbie, quien hoy, sentado junto a Gardel, está al ritmo de un buen tango disfrutando como su nieto tuvo que llegar tan lejos para compartir uno de sus gustos. Y aunque mi viaje continúe por unos meses más, te haré caso, Carlitos, porque si voy a volver.

Por mientras, yo viajo con pulgas.